La multinacional ha anunciado que invertirá 1.000 millones de euros y creará hasta 1.600 puestos de trabajo para la construcción de una nueva planta de biocombustibles de segunda generación en el municipio onubense.
Palos de la Frontera albergará una nueva planta de biocombustibles de segunda generación. Este movimiento forma parte de la estrategia de Cepsa para «liderar la fabricación de biocombustibles en España y Portugal», ya que pretenden llegar a la producción de 2’5 millones de toneladas de este producto al año, de las cuales 800.000 serían de combustible sostenible de aviación (SAF, por sus siglas en inglés).
Si bien no para de escucharse que los motores de combustión tienen sus días contados, esto es solo para vehículos pequeños. En los últimos años, los retos medioambientales se han convertido en uno de los puntos de mayor interés para el sector de la aviación, tanto a nivel mundial como local. Los combustibles sostenibles de aviación son un tipo de combustibles de aviación utilizados en aviones a reacción y certificados como sostenibles por entidades independientes.
Para la producción de estos biocombustibles se requiere de materias primas que, de no aprovecharse de este modo, no serían más que residuos. Hablamos de desechos agrícolas y aceites usados de cocina. Sí, el aceite que usamos al cocinar, cuando freímos en sartén o en freidora. Ese aceite usado, que debemos depositar en botellas de plástico y desechar en contenedores específicos, acaba en estas plantas donde se convierte (tras un proceso tan complejo como interesante) en biocombustibles.
Actualmente los biocombustibles de segunda generación están presentes en proporciones variables y, por qué no decirlo, pequeñas, en el diésel que se comercializa en cualquier gasolinera. Pero, puesto que a lo que se tiende es a eliminar los coches de combustión, los biocombustibles de segunda generación están encontrando su hueco en sectores como el de la aviación o el del transporte por barco.